Desde hace unos días he estado experimentando el poder de la Meditación, y dentro de mis prácticas diarias incluí el simple hecho de dar las gracias a Dios, al Universo, a la Virgen, a mi Ángel de la guarda, y a quien se me cruce por la mente en esos cortos pero efectivos 10 minutos (generalmente a alguien que siento que me cuida desde el cielo). Doy gracias por todo lo que tengo y lo que no también; por lo bueno y lo “malo”, y lo escribo así entre comillas porque me he dado cuenta que lo malo ¡no es para nada malo!. Me ha permitido crecer como persona, conocer otros puntos de vista, vivir experiencias dolorosas desde las que puedo experimentar sentimientos como la compasión, la empatía, la rabia que se transforma en entendimiento, el dolor desde el que puedo sanarme y sanar mis relaciones con los otros. Dar gracias por lo que no tengo para no transformarme en un ser cómodo y poder tener motivaciones para perseguir mis sueños, para forzarme a salir de mi zona de comfort, y porque a pesar de que quizás siempre encontremos una excusa para creer que algo nos falta, entender que siempre hay alguien que carece de algo más básico. No estoy hablando de cosas materiales, sino de amor, preocupación, alguien que te llame para saber cómo estás, que te salude en tu cumpleaños, y que te abrace o te escuche cuando lo necesitas.
¿Te has puesto a pensar en todo lo que tienes por agradecer? ¿En lo distinta que sería tu vida si sólo te pasaran cosas buenas, y nunca nada de lo cual aprender? ¿Cómo podríamos entender a otros si viviéramos en un mundo perfecto?
Y ahora, ¿Qué tiene que ver todo esto con la comida y la nutrición? TODO! La disposición con la que nos sentamos frente a ese plato de comida, la energía con la que lo recibimos, el agradecimiento que sentimos al tener la posibilidad de comer un plato nutritivo, el amor que le ponemos al cocinar… todo influye. ¿Por qué será que la comida de la mamá o de las abuelas siempre es más rica?, o ¿Por qué cuando cambio la frase “hasta las lechugas me engordan” por un pensamiento como “Gracias —— por la posibilidad de comer y nutrirme” empiezo a bajar de peso? ¡Esto último lo vivimos con muchos de mis pacientes!
Puedes practicarlo en tus pensamientos, verbalizándolo o escribiéndolo en una agenda. Otra idea es tener un frasco o una pecera en la cual dejar 3 papeles diarios con frases que indiquen por lo que te sientes agradecida/o, y al terminar la semana o cuando sientas que tuviste un mal día tomas uno de los papeles, o todos, y los lees.
Inténtalo, hazlo una práctica diaria. Agradece y todo se hará más fácil, más liviano, más placentero. ¿Tienes algo que perder si lo intentas? ¡Al contrario!
Me encantaría leer tu experiencia cuando lo hayas puesto en práctica.
Créditos foto: gabrielle cole on Unsplash
Fuente: www.nutreduca.com